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LIBERALES Y CONSERVADORES; ANECDOTAS DE CAMPAÑA


TEXTO: RAUL RODRIGUEZ PAGES
       
        Pudieran ser las elecciones de 1931, cuando el carismático líder de los liberales, doctor Juan Fernández Fernández,



se lanzó a la calle en busca del voto, su oficio de médico del pueblo le daba una cómoda posición para tocar en las puertas, pues aunque al final los sufragios no fueran a parar al Partido Liberal, nadie, ni los más recalcitrantes rivales, se atrevían a poner mala cara al galeno del pueblo.

      Era hombre tan colérico como compasivo y su deambular por el municipio en cada campaña electoral tan rica en anécdotas como las de su consulta profesional.

       Cuentan que en una ocasión llegó a tal menester por recónditas veredas del malpaís de Tacande, hasta el hábitat de una familia junto a una gran piedra de volcán, construido con una serie de jibrones de pino apoyados al pedrusco y a una rudimentaria pared de piedra seca, cubriendo el espacio resultante tejas nada sanas ni abundantes. Fuera, tres piedras de fogar con un caldero ahumado y poco más distante, amarrado al tronco de una vinagrera, un burro con mataduras se abanaba  las moscas. Lo más reluciente era la albarda del burro guarnecida en una oquedad de las piedras y lo más preciado un cuartón de madera vieja y aros de hierro oxidado destinado al transporte de un agua escasa, distante y de más que dudosa potabilidad.

      Los moradores del habitáculo saludaron con amabilidad casi servil  y, don Juan, dirigiéndose al cabeza de familia le dijo lo consabido:”Vengo a pedir los votos para el Partido Liberal” haciéndole entrega de un sobre con ademán cortés y seco. Acto seguido giró y se alejó mientras el hombre pensativo daba vueltas en la mano al sobre de los sufragios. Más, no bien había desaparecido en la primera vuelta de la vereda cuando oyó la voz del hombre que lo llamaba: “Don Juan, don Juan”. Con mucho camino por andar el doctor Juan Fernández  respondió con un tono que denotaba impaciencia ¿qué quiere, muchacho?, a lo que este responde balbuceante “Que, digo yo…¿qué cree usted que puede pasarme si ganan los liberales?. Cuentan que la voz de Fernández tronó en el malpaís de Tacande: “Que te sacan la casa, hijo de la gran puta”

      En otra ocasión, posiblemente en las mismas elecciones, indudablemente de este mismo pueblo, el líder liberal tocó en la puerta de otra familia humilde y estampó la repetitiva fórmula peticionaria del voto, con el mismo ademán y el mismo acento.

      El cabeza de familia encaja la petición con disgusto, pone cara de dolor, hace ademán de retorcerse de pena y, al fin le dice: “Caramba, don Juan  …usted sabe que yo lo haría, pero, … mire usted; yo debo tres pesetas en la farmacia de don Miguel Jurado y me ha dicho que me las perdona si le voto a los conservadores”. 

      Don Juan gira para marcharse ante un más que evidente voto perdido pero, raudo, vuelve a girar, se rasca la cabeza y pregunta: ¿Cuánto dice usted que le debe?. El hombre repite cantidad: “Tres peseta, don Juan”. El médico busca en sus bolsillos, saca monedas, cuenta y dice “Tenga usted las tres pesetas y vótele a los liberales”.

      Poco después, con tres pesetas en el bolsillo nuestro protagonista se dirige a la farmacia de don Miguel y este lo recibe con su cariñoso saludo habitual adaptado a época electoral: “Hijito, hijito,  vótele al Partido Conservador”. Y el hombre pone cara de pena, pena del alma, no curable con ninguna medicina de la botica y, con voz dolorida le dice: “Caramba, don Miguel   …usted sabe que yo lo haría, pero, … mire usted, don Juan Fernández me prometió las tres pesetas que le debo si le voto a los liberales “. Don Miguel Jurado fue rápido y vehemente en la respuesta “Usted no debe nada, usted no debe nada. Y vótele a los conservadores”.

      Y ese fue el día en que nuestro anónimo y humilde vecino ganó seis pesetas y terminó votando a quién dio la gana.